Mar de devociones ante el Señor de la Caída en su Vía Crucis baezano

Via Crucis Cristo de la Caida

El barrio de la Magdalena enmudeció en la noche del segundo viernes de Cuaresma ante el paso de Jesús Nazareno de la Caída que, una vez más, cargó con su cruz a cuestas en el Gólgota baezano en un Vía Crucis extraordinario que cautivó los corazones de los fieles y devotos que acudían a su encuentro.

Cerca de las nueve de la noche, bullicios de fieles ocupaban las aceras de la collación de la Magdalena para ver salir al Señor de la “mirada dulce” que, para esta ocasión extraordinaria, lució sin túnica mostrando así la belleza con la que fue concebido.

El Señor, sobre un exquisito monte silvestre, fue portado en las andas de la Cofradía de San Isidro.
Los libreas ante la Cruz guía, con el toque de sus campanas, mandaban silencio para dar paso a un gran guion, conformado por hermanos, fieles y devotos vestidos de riguroso luto con medalla al pecho.

El Señor avanzó por las calles entre nubes de incienso y devociones sinceras. Durante el recorrido, participaron rezando las estaciones las realidades pastorales de la comunidad parroquial de Santa María del Alcázar y San Andrés Apóstol, sede canónica de la Cofradía, las Cofradías y Hermandades del Miércoles Santo, las Agustinas Recoletas y los grupos de la Magdalena, el Carmelo Seglar, la Virgen del
Carmen, San Isidro, la Archicofradía Patronal y el centro ocupacional Nuestra Señora de la Esperanza. Los textos seleccionados para la reflexión de las estaciones fueron de santos de la orden carmelita, volviendo así la Cofradía a sus orígenes.

El Señor visitó a los enfermos e impedidos que lo aguardaban en sus hogares, viviéndose momentos de emoción. El recogimiento que se vivió por las calles, ante el paso del Señor de la Caída, ayudó a los presentes a meditar en los misterios de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. La capilla musical, corrió a cargo de Ad Libitum, bajo la dirección del hermano Juan Beltrán Benedicto.

325 años de devoción al Señor de la Caída, ese que durante siglos movió los corazones de los baezanos y que a día a de hoy continua dando consuelo a tantas almas que acuden a su presencia para rezar, dar gracias o simplemente, recrearse en su belleza.

La noche del viernes, una vez más, quedó de manifiesto, entre las gentes de Baeza, la devoción al Señor de la Caída, aquel que no necesita nada más, porque con su presencia solo basta.

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